Tabla periódica.

Es que cómo me contestás, sino imaginando las cosas que quiero que me digas mientras te miro resguardada en una tabla periódica que rayaste con tu nombre hace unos quince años. No sé si fue casual o adrede, aunque confío en tu inteligencia al haberte ubicado por sobre encima de algunos particulares elementos que perduran mucho más que la vida humana.

Preguntarle las cosas que quiero que me diga, responderme las cosas que necesité haber escuchado, rebuscando entre los olvidos y recuerdos, entre elementos con nombres raros y la curiosa forma de la letra imprenta minúscula "a", que la hacías tan a tu antojo y tan por fuera de la línea, no podía entonces dejar de pensar que todas las otras copias estaban erradas.

Hace poco noté que escribo de la misma forma, que le agrego una colita sin sentido, un dato de más, una pincelada que no aporta nada más que una marca única de estilo, que le responde a mi pasado con una caricia atemporal, un quererte por haberte siempre querido que no se degrada, que perdurará bastantes más siglos de los que pueda contarte.