SUSURROS

SUSURROS

Otra vez vuelvo a despertar de la misma forma; con el corazón latiendo como un tambor resonante. 

La ansiedad, vieja enemiga de mi mente y a su vez la compañera mas longeva que la habita. Sabe asentarse en ella, aunque también hundirse en mi pecho, generando un agujero negro y expandiendose silenciosamente. Recorre mi torrente sanguineo e intercepta cada musculo que se topa. Incansable, galopante e indestructible. 

Ella es una visitante no esperada, mucho menos alguien invitada. Solo aparece, violando los acuerdos en cualquier momento. Ella es una ladrona de paz, una traficante de miedos y usurpadora de silencios. 

Las horas se deslizan, se me escapan viendola correr y apoderarse de todo. Escurriendo del autocontrol como arena entre mis manos.

Cada segundo de ella es una eternidad en un eco de pensamientos violentamente intrusivos. Logrando convertir a la mente en un globo de torbellinos, angustias, dudas y temores, sensible a cualquier alfiler.

Mis propias calles parecen ajenas; la gente no posee rostro, solo sombras en una niebla espesa. Cada risa es un eco lejano de una realidad que se evapora día a día.

Y el reloj sigue avanzando, sin limites, aunque yo estatica me encuentro. Vivo en un instante congelado, creando un suspiro etgerno y enredado.

La ansiedad me abraza con barrotes de hierro, que me ahoga en un inmenso desierto.

Las tareas se acumulan como hojas en el otoño. Cada una es un peso, un ladrillo en mis sueños. Si la lista crece, también lo hacen mis miedos… miedo de no ser suficiente, miedo de caer directo al suelo. 

Las noches se vuelven eternas, repletas de vigilias. Mis pensamientos danzan y abundan, como lo hace la brisa de viento en las sombras; me hace preguntarme si mañana sera diferente, si la tormenta césara, si tal vez habra un presente. En la soledad busco las respuestas; pero ahí esta la ansiedad murmurando y susurrando en mis orejas. 

Las palabras se vuelven hilos en un telar enredado. Si se intenta hablar solo se consigue un titubeo. Una voz quebradiza. Un ahogo en el aire y el silencio se convierte en un mounstro recurrente.

La ansiedad, fuego que arde en mi pecho, llama que me consume. Un deseo deshecho. Un susurro constante que me quita el aire. Una noche de desvelo, que se vuelven miles. La ansiedad, mi mayor enemiga… Aunque también mi compañera de vida.