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    Sus inútiles pertenencias

    Jul 8, 2025

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    Sus inútiles pertenencias
    Nuevo concurso literario en quaderno

    Sonó el último acorde de la canción y el silencio no demoró en apagar el ruido. Fue la última campanada que derramó el sigilo de la libertad encausada por el río mas ruidoso del mundo. Embebió sus labios en el mejor vino, para ahogar el recuerdo del pasado tan presente como la vid en su cuerpo. Finalizó su obra con el toque justo de amargura para quitar las alegrías del panorama que se había creado a si mismo. Regocijó su cuerpo con las telas más suaves para no perder la costumbre de permitir el aire en su piel. Accedió al recuerdo más feliz de su vida y entendió que su felicidad la compartía con la nada misma. Desde hace años intenta construir memorias con los bienes, pero cuando bebe su espíritu, comprende que las memorias están en sus sentidos.

    Muere de a poco, al compás de esa guitarra que cada vez parece llorar más y más. Su rutina consta de pasos milimétricamente calculados. El dia comienza según su antojo, pero debe fingir importancia al mundo que lo rodea, por algunas horas, hasta llegar al final del mismo. Dónde duerme su mente en una copa que nunca lo llena. Y el cuerpo en telas que no lo tapan del peligro. Él es su riesgo, él desgarra el viento para sentir placer en la rotunda instancia de la vida. Es él quien motiva el sentimiento de la discordia con su alma. Lumínicas resultan esas horas en las que nada lo atañe a mantenerse vivo. Piensa siempre en el sentido opuesto a la vida y sus oportunidades parecen obnubilarlo. Embelesan su paladar aquellas frutas prohibidas.

    Un día se arrojo al infierno y al siguiente se arrepintió. En otras horas dejó su destino en manos de un sabio, pero siguió parado esperando su recompensa. Hasta que finalmente dejó sus manos agarradas al destino, que lo llevaría por lugares desconocidos. Y en el ocaso de su mirada, en su lecho de muerte, comprendió que el génesis de su felicidad estaba allí guardado y nunca iba a poder replicarlo. Su felicidad había desaparecido cuando aquellos ojos esmeralda dejaron de mirarlo. Cuando dejó de oler ese perfume de ámbar, depositado en esa piel, casi tan suave como la prenda que lo viste en su final.

    Mateo Caputo Boscia

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