Entre todas mis desdichas, no olvido que tengo fe en mi religión.
No soy ateo, señores; me inclino todos los días, junto las manos y en un acto de devoción ruego la atención eterna del muchacho que brilla en presente, no ausente.
Pido plegarias y me siento un religioso oriental al besar su mano al mismo tiempo que le trato como una deidad, para mi es la monarquía. No es simplemente un ángel, es un arcángel que tomó la forma mortal, el rey que cortejó al más pecador de sus descendientes.
Soy adicto. Soy ciervo, al que le sujetan el mentón y levanta la cabeza mientras se da el descaro de mirar a los ojos a su salvador y enamorarse de él –se siente agradecido de tener las atenciones de su soberano–.
"Ruego por ascender al reino de los cielos y encontrarte a ti allí, esperándome, con tu forma más celestial, entregarte mi alma y reconozcas a tu fiel admirador terrenal." Es el mayor de mis principios.
Perdóname, Dios, sé que peco al haberme enamorado de tu mensajero. Pero es tu culpa por tenerlo entre los tuyos y pintarlo como la representación más pura de mi amor.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.

Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión