Y entonces la vida sigue como si nada y casi sin darme cuenta,
como la última vez que aunque no recuerdo sé que existe,
en que no volví a entornar la puerta del cuarto,
en que no volví a dejar una hilera de luz de pasillo para protegerme de lo que por las noches podía llegar a matarme.
Te voy a recordar por mucho más tiempo del que pude conocerte.
Y no sólo es eso,
aunque me encantaría que así fuera.
Sino que voy a empezar a llenar los huecos de tu historia como pueda,
para reconstruirte con el riesgo de volverte mi mentira más preciosa.
No porque quiera,
sino por culpa de la física y sus temas del espacio.
Y es que cada recuerdo que te imponga,
Irá generando un abajo progresivo,
que aunque de principio no de vértigo,
su inherente claustrofobia pesará en el tiempo en que por mera acumulación,
te hayas vuelto el subsuelo de mi literatura.
Aquello que toco lo justo y necesario para hacer temblar un poco el resto,
con el respeto preciso para no descolocarme.
Y no solo del hilo narrativo,
que lo pierdo tan fácil cuando el temblor es desmedido.
Tengo la teoría de que el fondo nunca deja de importar,
y es solo la tendencia de ir tocándolo cada vez menos.
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