Un día, te despiertas y te surge una pregunta: ¿realmente vives para ti? La respuesta parece negativa, y lamentablemente, así es. ¿Cuántas lágrimas y cuántas gotas de sudor debemos sacrificar para lograr una sonrisa? Y, ¿cuánto tiempo perdura esa alegría?
“Soy libre”, decimos, pero en realidad, ¿libres de qué? Si a menudo somos prisioneros de nuestras propias vidas.
Es una locura total, pero el verdadero regalo que nos ofrece la vida es, precisamente, la vida misma. A pesar de ello, nos encontramos con más penas que alegrías. Sin embargo, así es la existencia: hay momentos que brillan con un color amarillo, irradiando luz y buenas vibras, y otros en los que el cielo se torna gris, cargado de tormentas qué angustian.
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