Perdón, amor. Estoy muy cansado. Sabes que estudio hasta terminar la noche y descanso cuando inicia la madrugada. Extraño escuchar tu rutina. No te mentiré si te digo que suele ser algo aburrida: me narras tus problemas de niña buena, alguien te levantó levemente la voz, un ligero resbalón camino al paradero, te endeudaste para comprarte un pantalón con una blusa… No sé si me lo cuentas para que yo salte en un arranque de hombría, enamorado desprendido, el cual no podría tolerar que gastes tu dinero en placeres vanos. Yo podría comprarte todas esas cosas y más, porque mis honorarios son más generosos que los tuyos, pero ¿dónde quedaría tu esfuerzo? Mis discursos defendiendo la meritocracia perderían credibilidad. Mi ego me impide tener estos actos de generosidad contigo.
Creo merecer lo que tengo, sobre todo mis desgracias, producto de mis pecados, los cuales parecen estar siendo pagados con alguna clase de amnistía, porque creo merecer peores cosas. Como si el pago de mis fechorías se cobrara mediante un sistema tributario divino: Dios, como organismo supremo, parece pasar por agua tibia mis faltas. Ya me tocará pagar todas mis maldades con intereses moratorios merecidos.
Me aterras, porque no me ves como Dios me ve: un cínico, tacaño, egoísta y déspota. Eso me preocupa, porque ejemplifica el sesgo que representa el amor en uno mismo, y no logras ver lo podrido que estoy. Eso me hace desear evitar enamorarme de ti, porque ejerces una ramificación del amor que parece nada conveniente para alguien como yo. Pero intento indagar en mi memoria para encontrar un rasgo de maldad en tu ser y veo todo nublado. Parece que no pude evitar enamorarme de ti y me estrellé de forma brutal en tu corazón, quedando en coma. Mi soporte vital, lo único que me impide terminar en una hoguera del inframundo, es tu amor. Tu ciego y desinteresado amor.
Es irónico: disfruto divulgar lo enamorado que estoy de ti, pero pareces ser la única que no está enterada. Una vez me pediste un escrito donde describiera mis sentimientos por ti y… tú no lo sabes, pero sí te lo escribí. Lo redacté en un desborde inmensurable de amor, el cual no te envié por lo miserable que me retrataba. Es triste pensar que moriremos: yo me pudriré con todo este amor acumulado y tú partirás sin haber recibido una migaja de este. Parece que hasta para esto soy un mezquino despreciable.
Ojalá algún día veas esto y logres enteder, de forma simplificada, al menos un poquito de lo enamorado que estuve de ti.
Angel.
Si te gustó este post, considera invitarle un cafecito al escritor
Comprar un cafecitoRecomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión