Quizás al principio percibas en mí una comprensión superficial, una ligereza en mis palabras que podría confundirse con el interés pasajero de una curiosa o una simple extraña. Sin embargo, a medida que miras más profundamente en mi ser, sé que empiezas a desentrañar las historias que me han moldeado, las razones que dan forma a cada uno de mis gestos.
No he crecido en la delicadeza, pero he aprendido mis deberes y obligaciones, cultivando una imagen recatada y atenta como una segunda naturaleza. Esa es la forma en que me presento al mundo. Soy un simple reflejo de lo que todos deberían aspirar a ser.
Detrás de cada parte de mí, mi corazón ha recorrido un largo camino.
Ha soportado tormentas y ha sanado heridas, algunas tan profundas que, por un tiempo, olvidó la posibilidad de ser amado con ternura y devoción. No soy un ángel. Mi corazón ha lastimado, incluso al punto de sembrar dudas en corazones ajenos sobre si la vida, después de mis acciones, conservaría algún sentido. Y aunque esa etapa me marcó, la atravesé con una entereza que, quizás, ni yo misma conocía, a pesar de pagar un precio que solo yo entiendo y que aún resuena como un eco en mi interior.
Soy extraña. Mi corazón, quizás, ha olvidado lo que se sentía al ser apreciada por quien realmente soy, más allá de la persona que he construido con lo que los demás necesitan de mí.
[...] oh-Perseo, oh-Perseo, oh-Perseo.
Y entonces, con una audacia que quemaba, apareces tú, irradiando una luz tan brillante como catastrófica, sacudiendo los cimientos de la serenidad que con tanto esfuerzo había construido. Tu presencia lo inundó todo, reclamando cada espacio de mi ser.
Oh-Perseo, tu llegada fue una invitación irresistible, una demanda de contemplar más allá de la ternura superficial, de redescubrir las vulnerabilidades que yacían dormidas en mi interior durante tanto tiempo.
Bajo tu mirada intensa, cual héroe, tuviste el atrevimiento de doblegar mi cuerpo y mi alma ante tu propio dominio. No fue una invasión, sino una caricia profunda, una invitación a desnudarme por completo, sin máscaras ni defensas. Bajo tu propia presencia, perdí el control de cada uno de mis movimientos, de cada uno de mis pensamientos. Me convertí en arcilla entre tus manos, moldeada a tu antojo, entregada-a-tu-voluntad.
Te ofrecí mi ser sin reservas, porque en tus ojos encontré la confianza que necesitaba para entregarme a ti. En tu mirada, descubrí una confirmación de mi propia existencia, una imagen real, tangible, que me pertenecía tanto como yo-a-ti.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.


Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión