cada tarde se torna en un martirio
en dónde lucho por ser vista,
guerras frías en las que siempre pierdo,
amor mío, tengo ciento veintitrés cartas
que casi logro enviarte.
cartas que tienen tu nombre y la palabra (Dios)
Dios eras vos, vos mi credo.
vos mi santo,
mis anhelos depositados en tu imagen.
he estado cubriendo con sábanas blancas
todos los grandes espejos en mi casa,
casa que no es un hogar,
no puedo mirarme a los ojos.
cada día me miento,
¿qué pasa si soy yo,
la que se abraza con vehemencia
a este dolor infinito?
la ternura en miradas que no son la tuya,
siempre es volátil,
tu ternura también fue fugaz,
pero tu sonrisa memorable,
intento no olvidarla cada día,
pero tu rostro se distorsiona
en mis sueños.
soy aquella arquera, soy la misma presa,
soy la flecha en mi pecho,
soy la sangre que corre.
soy la muerte misma, que invade mi cuerpo.
soy el hastío, el desagrado,
soy el hartazgo,
soy el anhelo.
tan orgánica fue tu llegada,
y aún lloro tu partida.
sé que la gente ve a través de mí,
soy simplemente invisible.
soy Alejandra, voz viva
¡Alejandra!
tengo la certeza
de que mi vida
será tan fugaz como la tuya,
sé que estaré sola hasta el fin,
perdóname Alejandra,
sé que no seré tan memorable como los versos que hilaban tus manos en noches sin luna.
nadie podría dejarme hoy,
porque nadie ha llegado.
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