Tengo estas lágrimas que no quieren correr,
al igual que mis pies,
fijos,
en el suelo frío,
cuando pienso que algún día
éstas no serán las cuatro paredes que veré.
Soy del miedo.
La risa no la comparto con las mismas personas,
mi mente borra recuerdos sin pedirme permiso
y me arropa un temor;
no poder reconocerlos mañana.
Mi raíz,
anclada,
se aferra.
El samán se ha ido, sus ramas están desperdigadas y le prenden fuego. Me duele igual.
Congelaría el tiempo con tal de que no pase, tan despiadado, llevándose todo. Me deja sin nada. Arden las cenizas, las personas, los sueños, mi hogar.
Dejaría el alma
y un clavel rojo
para rescatarme del cambio,
de su brutalidad.
Pero está en cualquier lugar,
todo el tiempo.
Y soy del miedo,
una vez más.
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