Son casi las 22 h y no me has escrito.
No es la hora, ni el viernes gris que dejó su sombra hoy.
No es el aire, ni los recuerdos que susurran que antes estabas acá.
No es la casa, ni las luces, ni todo lo que vive dentro de ella, gritándome tu nombre.
Y sí, quisiera escribirte, buscarte entre las palabras, aunque sea un rato.
Un momento en que me digas que aún me piensas, que vos también estás en la misma, esperando un mensaje mío.
Dime si es así: mándame señales en los sueños, mándame señales en mi cuerpo, hazme sentir que también me extrañas…
Que extrañas cómo nuestras miradas se acarician más de lo que jamás lo han hecho nuestras manos.
Y no porque no lo hayamos intentado, sino porque hay algo que no podemos explicar.
Es el lenguaje de ellas, de nuestras miradas; solo ellas saben lo que dicen, pero lo entienden.
Dime que también morís por escribirme y te lo guardás, que son las 22 h y también me pensás.
Y así, te dejo en este escrito mi abrazo, mi falta y mi amor.
Sea donde estés, ojalá también pienses en mí.
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