En el vasto océano de las creencias,
las aguas turbulentas de la mente
me llevan a preguntar ¿Qué es creer?
Descubro en el camino,
que creer es como un hilo fino,
que une lo real con lo posible,
lo tangible con lo invisible.
En la encrucijada de fe y razón,
se alza la figura de la convicción.
Fe en lo divino, en lo trascendente,
o en un destino preexistente.
Algunos firmes en su devoción,
intentan transmitirme esa fe sin cuestionar,
pero yo busco mi propio mar.
La duda se cierne sobre mí,
¿cómo creer sin ver, sin sentir?
Y en ese vaivén de incertidumbre,
todavía intento descubrir esa respuesta que espera en la penumbra.
Somos seres frágiles en busca de seguridad,
anclados en la creencia para no naufragar.
Cada uno se encuentra en su propia búsqueda,
tejiendo su manto de esperanza.
Busco refugio en los mitos antiguos,
en las historias de dioses y titanes ocultos.
En ellos veo un espejo de mi disidencia,
un eco de mi propia experiencia.
Entiendo entonces, que creer es elegir,
es forjar un vínculo con lo que sentimos fluir.
Y aunque mis creencias sean un lienzo en blanco,
son el mapa que guía mi barco en el ancho.
Así que en la bruma de lo desconocido,
navego con fe en lo que siento compartido.
Porque al final del día, en este viaje sin fin,
busco creencias que sean mías
y, de alguna forma, se conviertan un poco en mis guías.
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