Un día, fuimos sol y luna,
somos los que compartían risas,
secretos que no necesitaban palabras,
miradas que se entendían sin hablar.
Éramos un reflejo el uno del otro,
dos almas unidas por el tiempo
y por la verdad de un lazo irrompible.
Pero algo se rompió en el aire,
algo que no sabíamos ver,
y de a poco, tus pasos se alejaron,
como la marea que se va,
sin promesa de regreso.
Ya no escucho tu voz al final del día,
ni siento tu sombra cuando el sol se oculta.
Las calles que recorrimos juntos
ahora son vacías,
y mi alma queda atrapada
en los ecos de una amistad que se desvanece.
El silencio se vuelve pesado,
y aunque te llamo en mis pensamientos,
tu respuesta ya no llega.
Nos convertimos en recuerdos,
y cada uno de ellos duele
como un rincón olvidado
que nunca volverá a ser el mismo.
Quisiera poder detener el tiempo,
volver a aquellos días sin despedidas,
pero el reloj sigue adelante,
y con él, la distancia crece
entre dos almas que alguna vez fueron
inseparables,
pero ahora se han perdido en la niebla
de lo que fue y ya no es.
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