Existe una incertidumbre en mi vida, en mis días que empiezan con risas y terminan con lágrimas a prisas. Mi cama se a vuelto un estudio en donde mi mente se posa para llegar a conclusiones imprecisas, la realidad es que todos los días analizo cada parte de mí. Comienzo desde el borde de mi pie y termino con el último cabello enredado de mi cabeza, me recorro con los ojos y las manos, tocando cada parte y recordando cada instante. Las dudas se hacen tan duras en mi corazón, que terminan por convertirse en piedras filosas y lo único que me queda es limarlas por las mañanas. Me he cuestionado tantas veces la realidad, mi realidad ausente. Existimos en un mundo extenso, estructurado, lleno de misterios por cada profundidad encontrada sin nada más que dudas. Dudas que nadie se ha imaginado aún, dudas existentes y dudas sin formular.
Me encuentro entonces en un vacío existente que se mira a sí mismo y se introduce a la inspección detallada de las ingenuidades, de las sombras escondidas. Quiero escribir sobre mis delirios, te he imaginado desde mi nacimiento, he pasado mil vidas distintas en mi mente contigo y sin ti. Me he descubierto pensandote de tantas maneras que tengo miedo de haber perdido mi realidad, entonces divago nuevamente para despojarte de mis esperanzas. Y reflexiono, cuestionandome con la siguente pregunta:
¿Cómo es posible extrañar a alguien que nunca existió?
Si nunca te ví, si nunca te conocí, ¿Cómo es posible sentir tu ausencia?
He corrido de mis pensamientos y escapado de esta ingenuidad. No sé quién eres, ni siquiera sé si fuiste tangible en mi vida. Me he planteado varias contradicciones, varias suposiciones llegando a una sola sensación: delirio. Mis dedos sumergen su tacto dentro de mis ojos, buscándote en mi iris, pero no te encuentran porque no existes ahí, entonces bajan a mis labios buscandote en mi lengua y tampoco te hallan. Sin darse por vencidas entran por mi ombligo y llegan a mi estómago buscando un pedazo de ti, pero una vez más no estás. Es cuando ocurre lo inimaginable, mis dedos se caen de mi mano y se mueven autónomos para seguir con esta búsqueda fuera de mí. Corren sin haber manera de hacerlos volver a su lugar, se diluyen por mis ropas y mis joyas. Se transportan por mera intuición, llegando a esas profundidades en las cuales solo residen los misterios. Y te imaginan desde el deseo pues no te han encontrado en ningún lugar. ¿Cómo es que se mantienen las heridas abiertas provocadas por nada más que la ilusión?
Reclamo a mis dedos para hacer una última búsqueda, les ordeno entrar por mis oídos y llegar a mi cerebro. Llenos de pasión por el descubrimiento de un contacto físico se introducen con prisas y comienzan a sumergirse en cada membrana de mis células, revisando mis recuerdos y mis sueños. Te hallan, estás en el lugar más alejado de mi realidad, estás en las ilusiones, siendo intangible. No pueden tocarte, solo les queda mirarte desde esa subjetividad que no logro descifrar. No eres más que una mancha gris que se expande por mi mente, una raya en mi recuerdos. Un fantasma que no para de esconderse de mí, de mis dedos, de la realidad. Y lo entiendo, no existes porque ni siquiera sabes quién eres en verdad. No existes por la cobardía que cargas en tu vida, desapareces entonces y vuelves a aparecer, fingiendo ser algo o alguien más, ni siquiera existes para ti mismo. Me sorprendo de mi descubrimiento y entiendo porque extraño algo que nunca paso: es nada más que la añoranza de una idea que nunca culminó.

Karla Herrera
Me gusta navegar en mis emociones a través de las palabras, escribo por qué vivo y no hay nada que disfrute más que capturar todo en letras.
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