¿Qué se siente estar dentro de tu propia cabeza?
No tener la libertad de escapar de una mirada juzgadora e internalizada por la cual muchos son minimizados y deshumanizados por su propio yo.
Una máscara social, cual te presenta y prepara para un mundo donde dar la cara es inaceptable, inadmisible, juzgable por cualquiera que sienta el derecho de dirigirte y moldearte como si de barro se tratase.
Donde tus pensamientos no tienen la libre corriente de envolverte y dejarte al frente de tu imaginación, ya que para ese gran juzgador proclamado conciencia tus límites y ética son sogas que te ahogan, en cambio salvan y perdonan a cualquier persona fuera de la jurisdicción llamada yo.
Especula y congela cada pequeño logro como si de un frío invierno se tratase, cubriendo con mantos confeccionados de dulces y sinceras frases a los demás, y exponiendote a la dura frialdad de sus palabras.
Viviendo en una piel que no sé siente tuya, ya que la juzgas como si no la conocieras.
Te enseñaron toda la vida a desvalorizarla y pisitearla porque eso te haría más fuerte, cuando lo único que hizo fue retenerte y encerrarte en una cápsula donde el tiempo no pasa y la culpa no se disipa.
Esa sombra que solo sale en la oscuridad a quien no llega el sol. Donde cualquier pensamiento es pecado si no está autorizado por esa máscara llamada persona.
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