Proverbios 23:26
“Dame, hijo mío, tu corazón,
y miren tus ojos por mis caminos.”
No hay palabras más tiernas ni más profundas que esas.
Dios no pide tu fuerza, ni tu perfección, ni siquiera tus promesas.
Solo te pide el corazón… ese lugar donde guardás tus miedos, tus heridas y tus sueños rotos.
Porque Él sabe que mientras tengas cerrado el corazón, nada podrá cambiar de verdad.
Podés aparentar, podés sonreír, podés incluso servir…
pero si tu corazón no está en Sus manos, seguirás cansado, vacío, confundido.
Él no quiere dominarte, quiere habitarte.
Quiere que lo dejes entrar donde nadie más entra, donde escondés lo que no sabés cómo sanar.
Cuando Dios dice: “Dame tu corazón”, está diciendo:
> “Dame lo que te pesa, lo que no entendés, lo que te lastima.”
“Confíame eso que te cuesta soltar, y yo lo convertiré en paz."
Y luego añade:
“y miren tus ojos por mis caminos.”
Porque cuando el corazón se entrega, la mirada cambia.
Dejas de mirar atrás, dejas de mirar lo que perdiste,
y empezás a mirar hacia donde Dios te guía.
El camino de Dios no siempre es fácil,
pero si tu corazón está en Sus manos, nunca estarás perdido.
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