nicolás

recuerdo haberte visto y sentir que el telón se abría sin aviso previo. corrí al camerino con el corazón hecho vino, latiendo tanto que pedía humo de uva, como si supiera lo que yo apenas empezaba a intuir; pero como buena estrella, te adelantaste, prendiste un pucho y lo hiciste sonar como quien me pide que me quede a vivir en algún rincón de sus pulmones.

nos reconocimos antes de entendernos y nunca volvimos a ensayar. lo nuestro siempre fue estreno, con caricias detrás del decorado y silencios que decían más que cualquier monólogo.

de amor suelo achicarme, pero como dulce artesano que siempre fuiste, no tenés problemas en estirarme lo suficiente y hacer con tu piel de papel un origami gigante. siempre tuve las manos temblorosas y tintas que manchan más de lo que escriben; no interesa qué guion te preste, tu estelar resalta por más incoherentes sean mis líneas.

puedo decirte que te admiro más de lo que te amo porque no he de necesitar hacer de mi ceguera digna para poder sentirte en braille, y honestamente, adoro que con tus míticas manos encintes mi caña rota de siervo y que me llamen egoísta por no sentir remordimiento por mi apellido esposando tu muñeca.

así que no sé si esto es amor o milagro, pero hay algo en tu presencia que vuelve sagrado lo cotidiano, que hace del invierno un sitio habitable y que de mi nombre, a mí oído, lo hace canción.

te escribo no para que me leas, sino que al nombrarte me salvo, y cada vez que te preguntes qué soy, seré gerundio hasta que tus labios conjuguen y me conviertan en verbo.

así que no te pido juramentos bajo lunas prestadas, solamente que, si hay dudas, recuerdes que no hay mapa más honesto que el latido que llevamos en la piel cuando estamos cerca.

y si te vas, que te vayas sabiendo que me quedé entera en cada verso que te di y que ningún poeta podrá nombrarme sin nombrarte.