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    solía ser un pueblo del que me exiliaron.

    MerAnie

    Jun 19, 2024

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    solía ser un pueblo del que me exiliaron.
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    Una mancha como de tierra cubría el pueblo. Después vino la oscuridad. Esa noche no encendieron la luz, así como ninguna noche pasada. Nunca habría un cielo azul en aquel pueblo. Solo vistas desteñidas; nublado por una mancha que no se borra nunca. No había tristeza en el pueblo, solo memoria.

    Yo era el pueblo. Casi inexistente; con apariencia de estar perdido en el tiempo y espacio. Oculto. Era un pueblo donde solo se detienen porque el carro se ha descompuesto; o porque se han cansado de conducir y ha sido lo primero que les ha aparecido en su camino.

    Era un pueblo aburrido, sin magia, ni colores; y aunque había historias, estaban casi olvidadas. Era un pueblo destrozado. Un pueblo donde los habitantes no son cálidos con los forasteros, ni con los recién llegado; si no, fríos como el mar a medianoche. Era un pueblo de aquellos en los que el tren no se detiene. Nunca.

    Me gustaba ser ese pueblo perdido y abandonado del mundo. En el casi silencio, se escuchaban grillos porque cuando callan, los gritos de las ánimas aparecían, y como no había nadie, nadie corría.

    Entonces, cuando menos lo esperaba, los caminos se abrieron: construyeron carreteras, y la gente comenzó a llegar. Se habitó el área. Ni los grillos, ni los gritos de las ánimas volvieron a escucharse más, solo ruido.

    La quietud desapareció casi por completo: cada día nublado estaba lleno de platicas aburridas de turistas; y de noche, ruidos fastidiosos que impedían escuchar los viejos ruidos que habían estado ahí desde siempre.

    No era difícil entender que me gustaba ser ese pueblo horrible del inicio, pero había que cambiarlo por los forasteros, quienes llenaban la tierra de viviendas; regaban las plantas que había dejado morir, e iluminaron las aceras. El sol comenzó a iluminar cada espacio, y la nube oscura desapareció.

    Comencé a desconocer el pueblo, y entonces, me perdí de la misma forma en como lo habían hecho los primeros visitantes. Sin embargo, había una diferencia entre ellos y yo: yo no tenía una ruta alterna, pues yo había vivido ahí toda mi vida. Era lo único que conocía.

    Deje de recocer aquel pueblo y al poco tiempo, me exiliaron. Solo pude observar desde afuera un sitio que solía conocer, pero que al final, no conocía más. Mi función se limitaba a mirar a las personas entrar y salir mientras se divertían, se ahogaban entre risas y emociones. Era incapaz de intervenir o de luchar por un pueblo que una vez había sido solo mío.

    Era mi pueblo. Yo era el pueblo y no quedó nada. Absolutamente nada.

    Después las personas huyeron del pueblo porque encontraron otro más atractivo, aunque yo ya estaba exiliada de mi propio pueblo.

    MerAnie

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