Las llamas de la soledad
me envuelven en esta lujuria,
intensa, cautiva de mis penas.
Rodeado del oscuro espíritu
que acecha entre mis sombras,
buscando mi cadáver.
Moscas rodean la peste,
el pensamiento ajeno susurra en mis noches,
y el tren se aleja, dejando solo
un ruidoso silencio,
y este peso, ajeno,
otorgado por un mortal.
La ansiedad, siempre en busca de esperanza,
mientras mis labios desean beber
el licor de la motivación
que, en tus manos, aún reposa.
Te busco, encerrado en este oscuro cubo,
en la densidad de la niebla,
en el parpadeo de las estrellas.
Pero tu aroma se disuelve en el viento,
se aleja con el sonido del tren.
Me deja sediento,
perdido en el desierto.
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