Cruzo Callao,
llego a la esquina de la cafetería para marcar mi entrada a ese largo pasaje.
Paso,
saludo al señor barbudo de la librería,
me recuerda a pesar de que solo una vez le compré.
Siguiente cuadra,
atravieso la inmensa cola de la heladería.
Continúo,
ojeo las nuevas obras del San Martín.
Camino,
escucho al pelao y su banda interpretando una vez más al Indio.
Respiro,
me siento un rato entre Olmedo y Portales,
¿de qué se ríen?
Entre esta multitud emparejada
yo me deslizo con las luces de Corrientes,
mi soledad solo encuentra,
siempre,
el Obelisco.
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