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Sobreviviendo a una guerra

Nov 28, 2024

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Sobreviviendo a una guerra
Nuevo concurso literario en quaderno

Pasaron 42 años de la guerra de Malvinas y aún quedan historias por contar, como la de Pica, un veterano tesorero del Club Atlético Victoriano Arenas, un club de la 4ta categoría del fútbol argentino. El club de sus amores. En la tesorería, un lugar ambientado en los años 70, hablamos con él, sobre su historia en la guerra que conmovió a todos los argentinos entre abril y junio de 1982.

El dia D

Pica hizo el servicio militar obligatorio en marzo de 1981, en el regimiento 7 de infantería, La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. Antes, con tus últimos tres números del documento y mediante la lotería nacional, si salías sorteado tenías que hacer el servicio militar obligatorio o lo que muchos llamaban COLIMBA, un derivado de las palabras COrre, LIMpia y BArre, en alguna de las tres fuerzas: naval, aérea o ejército.

El 8 de marzo de 1982 lo dan de baja en el servicio, ya que cumplió el año de instrucción en el ejército y debe regresar a su casa en Avellaneda para volver a su rutina. 

Un mes después, el 2 de abril, el gobierno de facto dio inicio a la “Operación Rosario”, tomar control sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur que estaban en manos del ejército británico. 8 días después en una plaza de mayo colmada escucharemos al presidente de turno el teniente General Leopoldo Galtieri decir la famosa frase y que quedará para la posteridad: si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla. 

Allí se encuentra Pica, impulsado por la necesidad de ser parte de ese movimiento y por la necesidad de buscar trabajo, se encontró en pleno centro con esa marea de gente y no dudo en participar. Nunca vio tanta multitud de gente apoyando una causa común. Las vueltas de la vida hicieron que una semana después, vuelva al regimiento donde el mes anterior lo dan de baja.

El viernes 9 de abril de 1982, no va a ser un día más en su vida. Era temprano y con unos agradables 14 grados el papá escucha desde el negocio donde trabaja que estaban convocando al regimiento 7 de La Plata. Se acerca hasta la casa, lo despierta y le cuenta que están llamando a la clase 62.     

Con la tranquilidad que lo caracteriza, Pica se levanta, se pega una ducha y se toma el famoso Rio de La Plata, una flota de colectivos que unía el conurbano bonaerense con la ciudad de La Plata.

En ese momento de la charla,  me doy cuenta de la actitud que va a tener a lo largo de la historia que va a vivir en Malvinas. No muchos deciden ir por su cuenta y con total tranquilidad de nuevo al regimiento, sabiendo que podía llegar a pasar, tomarse solo el colectivo que lo llevará al cuartel, dejando atrás a su familia y con tan solo 20 años. 

A otros compañeros de regimiento lo iba a buscar la policía, le golpeaban la puerta, lo notificaban y los llevaban al cuartel, él decidió hacerlo por cuenta propia. Esa actitud, entiendo yo, va a ser clave para lo que va a vivir. Nunca tuvo miedo o por lo pronto no lo demostró, siempre estuvo comprometido con la causa.

Tengamos presente que en esa época no existía una comunicación tan fluida entre las personas, no existía el celular para mensajearse o preguntar como están, te ibas y no sabias si ibas a volver y tu familia no sabía nada de vos si no recibía una carta. Este punto lo detallo para que tomemos dimensión de cómo se vivía en esa época un acontecimiento como la guerra.

En el momento que pica se termina el primer cigarro, las sensaciones que lo cruzan mientras estaba viajando dentro del bus con destino al regimiento las recuerda como algo natural. Un mes atrás estaba volviendo a su casa después de hacer la COLIMBA. Y ahora volvía con futuro incierto yendo a prestar servicio en el ejército sin saber para que lo llamaban o bien a donde lo iban a llevar.

Viajando a la guerra

El martes 13 de abril por la tarde, cuatro días después de llegar al cuartel, los hacen formar a él y todos sus compañeros, les piden que junten sus pertenencias y los llevan a la base aérea del Palomar, una base aérea militar en que se ubica en el Oeste de la provincia de Buenos Aires, a ochenta kilómetros de diferencia del regimiento que se encontraban. Desde esa base partían todos los aviones que iban al sur del país para luego embarcar a las Islas Malvinas. 

El hermetismo era total, nadie sabe nada, solamente los tenientes o jefes que están a cargo del regimiento, y ellos sin posibilidad de comunicación con la familia imaginan que les depara el futuro, “nos vamos a Rio gallegos” dijo uno, “nos mandan a Zapala” decía otro. El destino es incierto para ellos. En la madrugada del 14 de abril el misterio se devela, el viaje es a Rio gallegos, tres horas de viaje hasta la capital de la provincia de Santa Cruz, y una vez ahí, a esperar el nuevo destino, ahora las apuestas se hacen en base a si bajan en la capital y se quedan en tierra o tienen que ir hacia las Islas.

Una vez en el aeropuerto de la capital de Santa Cruz, bajan los bolsos y les dan un sándwich de queso y dulce con un mate cocido para apaciguar un poco el hambre y frio que aparece después de tantas horas de viaje. Y de ahí rumbo a Puerto Argentino, pueblo de la costa este de las islas, el objetivo: hacer guardia en el campo de batalla.

El viaje a la Isla Soledad es el principio de lo que se avecina, una tormenta infernal sumado al frio sureño muestran como los recibe el clima hostil de las Islas. El avión se mueve para todos lados, como si fuese una película de terror, por culpa del viento y la lluvia incesante y dentro de ese avión el pensamiento de más de uno de lo que les iba a esperar.

No hay asientos cómodos como en un avión comercial, ellos están sentados arriba de los bolsones. La pista es corta y la tormenta no para en ningún momento, al bajar del avión no les queda otra opcion mas que ponerse la famosa “capa poncho”, una capa con gorra forrada en una tela impermeable que los iba a proteger de la intensa lluvia. De más está decir que el agua y el frío penetraban en esa suerte de campera impermeable.

Directo a caminar al terreno, cruzan el pueblo, y un camión que aparece de casualidad los ayudó a llevar los bolsos de cada uno. Hacen noche en un campo donde esquilan ovejas. Atrás había quedado el sándwich de queso y dulce, el mate cocido caliente, el aeropuerto de Rio gallegos, el Regimiento 7 de La Plata, Avellaneda y la familia.

Entrando a la guerra

El jueves 15 de abril luego de hacer noche en el corral de ovejas la compañía se divide para que cada grupo haga guardia en las montañas, a hacer trincheras y quedar a la defensiva ante cualquier ataque británico.  

Hacer una trinchera era básicamente preparar tu carpa, armar un pozo de tres metros de diámetro con una pala, una barricada de piedras y un techo de pasto y paja para apaciguar los inquebrantables 3 grados de temperatura promedio, y rezar para que no aparezca ninguna bengala en el cielo avizorando el ataque del enemigo.

En lo que dura su excursión en las islas lo importante es sobrevivir lo mejor posible. Ya sea mejorando la trinchera o ir a buscar alimentos a la cocina de campaña para abastecerse durante el día. La rutina es siempre lo mismo, hacer guardia, defender su sector, charlar con el compañero, mejorar la trinchera para poder vivir los días de una mejor forma e ir a buscar comida a la cocina de campaña de la compañía. Y esperar a que no caigan bengalas.

Ir a buscar comida a la cocina de campaña no es como salir a comprar comida a un kiosco o un almacén, la cocina quedaba a 1 kilómetros aproximadamente de la trinchera y para hacer ese recorrido podían llegar a tardar hasta 6 horas ya que debían replegarse ante cualquier bengala arrojada en el terreno.

Por suerte pica no vio gente muerta al lado suyo, vaya a saber uno que hubiese pasado si llegara a vivir ese momento tan terrible, pero algo más insólito pasó: vio una bengala de los británicos caer cerca y pedirles a sus compañeros que se muevan porque iban a caer proyectiles, un compañero de él no quiere moverse y lo obligaron a salir, ya en otra trinchera, y al otro día ven que su trinchera no está más: había caído una bomba en su lugar. Milagros de la vida en plena guerra.

El recorrido de Pica en la guerra dura aproximadamente dos meses, específicamente hasta el 15 de junio, lo que vino después fue un bache en su memoria, producto quizás de la caer en la realidad de lo que fue testigo, pero no recuerda nada de lo que pasó desde que se rindieron hasta que los tomaron como prisioneros.

Ya para el fin de la guerra todo fue empeorando, se enteraron un día antes de la rendición, los hicieron romper armas frente a los soldados ingleses y fueron prisioneros de los británicos en Puerto Argentino. Una vez en el pueblo, en el depósito donde estaban los alimentos para ser distribuidos se vio el caos: cientos de soldados se llenaban los bolsillos de comida, como si fuera la última cena de sus vidas, solo por el hecho de tener los bolsillos con comida vaya a saber para qué.

A Pica y sus compañeros los subieron en el SS Canberra, buque histórico inglés junto a la cruz roja internacional y algo me llama la atención, me dice que el pan y la sopa que le dieron fue una delicia, algo similar a lo que expresa en un texto hermoso Federico Lorenz llamado "el día que Madryn se quedó sin pan". El joven de 20 años y con una actitud inquebrantable, volvía a tierra luego de dos meses en la guerra, no así algunos de sus 649 compañeros que dieron la vida por una batalla, que, al día de hoy, todavía se debate si era necesaria.

Daniel Fernandez

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