Sobre tu respiración

—No sabes respirar.

—¿Qué?

—Lo que te dije. Tú no sabes respirar.

—Estoy respirando ahora mismo para hablarte, debería saber respirar por lógica.

—Pues sí, pero respiras como dibujan los niños a los 5 años en su tarea de plástica, o como pide las cosas un obrero que todavía tiene que ir con la lista en papel a la ferretería. Respiras lo necesario para sobrevivir al momento, pero no lo suficientemente bien como para estar bien después de este.

—¿Cómo sabes qué respiración es más efectiva?

—Lo sé en base a mis estudios.

—¿Cuáles estudios?

—Los de la academia más prestigiosa del mundo, no, me equivoco, del universo: la vida misma. Estás hablando con alguien que ha respirado toda su vida.

—Yo también he respirado toda mi vida.

—Te corrijo: has respirado mal toda tu vida.

—...¿Y qué tiene de malo mi respiración?

—Pues es tan obvio que hasta el más ignorante respirador se daría cuenta: tu respiración va como ah-AH, cuando debería ser aahh-AAHH.

—Entonces, ¿tu planteamiento consiste en que mi respiración es más corta que la del resto?

—No es de ser corta o no, es que está cortada, es la mitad de lo que debería ser.

—¿Y no has pensado que quizás necesito el doble de energía, o más, que los demás?

—Pienso que si te mantienes existiendo así, vivirás la mitad de lo que viven los demás.

—No parece una cuestión tan seria.

—Lo es sin duda, únicamente estás negado a cambiar.

—O quizás estoy desmotivado a hacerlo.

—Sin duda puedes estarlo. Después de todo, el hábito es un cambio profundamente frustrante de generar. Pero tranquilo, te ilustraré en los males de tu respiración. Sígueme, a la cuenta de tres: uno, dos, tres... aahh-AAHH.

—aaahh-AAAHH

—No, no, no, lo estás exagerando. Así nunca podrás respirar bien. Permíteme, una vez más: uno, dos, tres...