Sobre todo escribo

Ultimamente sobre todo escribo, me separé un poco del verso como motivo exterior e intento crear la ocasión en que nazca el suave mecer de la prosa. El verbo, alquimico amuleto que relata mis días en donde transcurre siempre lo mismo. Paisaje bucálico de una desolación interna.

Dicen que en mi cara se nota, que mis ojos languidecen como un páramo estrellado, que mi boca transmuta en apariencias inciertas, que profiero melodías misteriosas cuando hablo, que escribo un código incomprensible dotado de sinsentidos.

Todo lo que dicen tal vez sea cierto, tal es el poder de la palabra, ancestral don de los tiempos. Un latido me impulsa a seguir escribiendo, por más que no entienda lo que esté diciendo o simplemente no encuentre un motivo para seguir.

Para poder vivir, elijo narrar, aunque sea el palpitar del tráfico a lo lejos que me acerca los sonidos de motores que se alejan, o los perros que le ladran a la luna o los gatos que cupulan en los techos. Me interrumpe el viento con nuevas ideas, se recitan como versos en mi intelecto y una suave voz las va leyendo con la paciencia que transmite estar muerto.

Se amontonan los autores como inocentes víctimas de un robo inexperto, cada rima que diga salió de sus adentros. Husgueo en la nada, me arrepiento de todo. Para olvidarlo imploro que nunca me lleguen las ajenas miradas y me reconozcan como aquél que murió intentando.

Ser la idea que destruya los conceptos, el creador que instruya al mundo; ¡Escribir es el rumbo!