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SOBRE SIGNOS Y LECTURAS

Oct 30, 2025

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SOBRE SIGNOS Y LECTURAS
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La relación entre las dimensiones del habla y la escritura es sin duda interesante. A menudo se ha pensado en la escritura como una sombra del habla, como si escribir fuera un reflejo, apenas una etiqueta de las palabras. A lo mejor en algún origen primitivo esto fue así, pero hoy, y hace milenios, la escritura desarrolló una lógica propia. Escribir es pensar, y no se piensa igual mientras se lee o se escribe que mientras se habla. Hay dimensiones que se activan o se anulan. Para empezar el aspecto musical. Es como si carente de voz la escritura fuera un flujo de conceptos sin sonido. Claramente no es así, todo lector sensible “comprende” la belleza en la textura de un texto, el flujo de consonantes y vocales, implosivas, sordas, líquidas, nasales; incluso si las lee con la voz interior. Y… escribir abre un campo magnético. Aunque usted no lo crea, las palabras tienen una contextura, una forma. Aunque usted no lo crea, la fuente que utilice para exhibir este texto condiciona el modo en que usted lo recibe (no es lo mismo una letra de Comic, una Gótica, Arial o News Times Roman). Lo que me conduce a la siguiente cuestión fascinante: la lengua china.

El japonés, el chino, etc, emplea un metalenguaje muy distinto del nuestro. Nosotros nos valemos de los étimos, sobre todo latinos y griegos, y otros, árabes, guaraníticos, quechuas, germánicos. Pero construimos los morfemas separando las formas inscriptas en las palabras. Pero el chino no, el chino tiene un ideograma: una única sílaba que almacena de todo. Gráficamente remite a un dibujo, que se compone de partes, y que a su vez se combina con otros radicales gráficos. A su vez las palabras suelen ser compuestas (aglutinados). Un problema importantísimo para al hispanohablante es que no conoce los “lego” de los que se construye el edificio de una palabra y un texto. Cuando uno comprende los átomos sígnicos, combinar, tejer y destejer es tanto más fácil.

Lo que me maravilla del chino (y admito que soy muy ignorante del asunto) es que Japón, Korea, e incluso China con sus múltiples “dialectos” (¡a cada dialecto lo habla más que la población argentina!) utiliza los HANZI, los caracteres de la dinastía Han. Pero el caso es que todos los pronuncian distinto. Eso es asombroso. “Amor” en China, Korea, Japón se lee igual, como si “amor”, “amour”, “amore” fueran la misma palabra gráfica. Entonces en la lengua escrita, aunque la gramática sea otra, todas esas lenguas entienden semánticamente los signos, pero los “leen”, es decir los pronuncian distinto.

¡La escritura es autónoma! Los signos gráficos son los mismos, los hablantes los leen distinto según su dialecto o idioma.

Lo anterior me lleva a pensar algo que a los estudiosos de la cultura clásica o medieval incomoda e irrita. La naturaleza de la incomprensión que reina sobre Platón y Aristóteles. Sí, podemos reconstruir el griego ático o el koiné, analizar con textos contemporáneos, crear corpus, etc. Y el estudio será muy minucioso. Pero es como ver el fósil de un dinosaurio y preguntarse si los velocirráptores tienen plumas o no… Todos leemos una alfa o una beta, pero proyectamos, la proyección es inevitable. De ahí la soberbia sesgada de los helenistas: “eso ya lo dijo Aristóteles”. ¡Resulta que todo ya lo dijo Aristóteles! Muy probablemente lo que ocurre es que se le transfiere un sentido a las palabras del griego que nunca tuvieron. Es un error típico de interpretación cuando la comprensión es inexistente. Quizas lo mismo ocurra con Heidegger (pronto se cumplen 100 años de Ser y Tiempo) pero parecería que desde 1770 las cosas son más transparentes para nosotros, mientras leer qué diablos significo “Daimon” para Heráclito… bueno, puede ser cualquier cosa. ¿Demonio, carácter, temperamento, Dios, genio, espíritu?

Y lo que me lleva a algo aún más vertiginoso. Cuando oímos algo, una palabra, un poema, el signo es estable, lo podemos transcribir a una hoja, pero el sentido depende de un DIÁLOGO con nosotros. El sentido de una obra no existe en sí y para sí, sino que depende de la dialéctica con nosotros mismos. De lo que deriva algo obvio, el sentido depende parcialmente de quien oye. Usted mismo al leer estas palabras no sabe fehacientemente cuál fue mi intención detrás de las mismas.

Bueno la madeja caótica de las intenciones, los signos, y las palabras es en verdad muy extraña… ¡y hermosa!

Bonchi Martínez

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