Siempre pienso en el amor como si fuera una iglesia: algo sagrado, algo que hay que cuidar, respetar y contemplar. Y al ser amado, casi como a una deidad. Entonces el amor es mi templo, desde ahí en adelante todo gira alrededor de quien amo como figura poética y sagrada.
Cada caricia y cada roce de piel me despiertan el deseo de suplicar -y lo hago- que ese instante dure para siempre. Quisiera alargar los segundos, los minutos, las horas. Quisiera que esos momentos de complicidad no se acaben nunca.
Tengo una manera de amar devota. No creo que pueda amar a quien no admiro. Hay algo en vos que me despierta admiración y me convierte en algo parecido al presidente de tu club de fans, por decirlo de una manera superficial y banal. Me cuesta no hacerlo. ¿Cómo no voy a amar con cada milímetro de mi ser hasta el hartazgo a quien me mira, me ve y me adora?
Lo que viene después del amor se parece a drenar una superficie llena de agua estancada: soy yo vomitando palabras, sentimientos, y los “ojalá no hubiera sido de esta manera”.
La posibilidad de amar es lo que le da sentido a mi vida. No sé de quién aprendí a anhelar el romance con tanta fuerza. Vivo por y para él. Y la respuesta a esa pregunta de quién me enseñó es bastante simple: no hace falta un quién. ¿Cómo no voy a anhelar lo que llena de luz los rincones más oscuros y profundos de mi alma?
Un día me desperté y cayó sobre mí la revelación: no me interesa vivir sin amar.
No solo quiero: necesito la complicidad del amor.
Me dedico a fantasear cuando escucho canciones de amor, cuando leo y cuando veo personas enamoradas. Las personas suelen decir “quiero lo que ellos tienen”. Yo lo que quiero es crear un culto a quien amo. Cada vez que amo es un acontecimiento a resaltar. No me arrepiento de hacerlo, aunque ame a la persona equivocada que busca destruirme.
Lo que hay después del amor —lo pienso y lo repito— es trabajar una huerta: buscar formas de que la tierra dinamitada sea fértil, que pueda volver a dar frutos. Muchas veces construyo muros imposibles de cruzar para que nadie pueda arruinar el abono que me llevó tanto esfuerzo. Pero cuando te ame, te voy a dar la llave, y te vas a convertir en la guía de la destrucción de mi ser. De los patios llenos de frutos y flores que permiten ver: te estoy amando. No importa nada más.
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kurukiva
Soy un chico simple, me gusta escribir sobre la tristeza, la nostalgia y el amor.
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