Sobre la amnesia forzada, para Sofía no numerada
Jun 13, 2024
Te voy a guardar en las hojas de mi cuaderno,
como una historia preciosa,
una que siempre quisera contarle a mis hijos.
Fuimos una pequeña danza sinuosa entre mis miedos,
y algunos relatos cortitos.
Fuimos un precioso y sutil intercambio,
entre algunos regalos pequeños,
y lo hermoso,
que se dibuja en tu boca.
Una presencia tranquila,
una voz para nada chillona,
un encanto curioso,
que supo entrar justo a tiempo por la puerta que mi desesperanza olvidó cerrar.
Y sí, che, pude haberte formulado mejores preguntas.
Y sí, che, pudiste haberme otorgado inobjetablemente mejores respuestas.
Pero incluso así,
de esta hipotética forma,
jamás nos hubiésemos entendido.
Vos y yo no hablamos el mismo idioma.
Cómo explico el dolor de dejar ir lo ausente, incluso aquello que jamás supo estar. Y cuando recobro algo de consciencia recuerdo que algunas veces ni siquiera se trata de estar en sí, y sólo se trata de andar siendo constantemente y pasar lo suficientemente cerca como para ir desestabilizando/transformando (como prefieras) lo que te rodea.
Qué momento preciso el que se me ocurrió justo caminarte al lado, cuando mi desesperanza sufrió un descuido y olvidó poner los cerrojos, vos entraste pateando la puerta, diste con un living desordenado, los platos sucios, y un vaso roto.
Cuando por fin regresé a casa, dejaste todo impecable, procurando no dejar ninguna forma posible de mandarte agradecimientos.
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