Sobre el día en que no estés, para Sofía número setecientos setenta y tres.
Nov 6, 2024
Qué olor a podrido que nace del suelo, o no sé si soy yo, que me llega la hora, o si se escapa del baño o si por fin me escuchó dios. Quizás atendió mis plegarias y por fin se resbaló la vieja chota del fondo, que siempre me rompe los huevos, cuando no la quiero atender. Y te juro que chapotearía en el charco si se escapa la sangre por el bajo puerta, y me empaparía las manos sin pensarlo esta vez. Y las paredes las decoraría con pictografías modernas, y poesías de rojo, que van buscando alguna precaria forma de acariciarte.
Podría hoy tildarme de intrascendente, pero cuando algún texto mío te abraza, algo del mundo delira y me obliga a creer. Pienso en posesiones divinas, y a su vez en algo más de mí que solo sale a bailar con vos. Cuando te pienso y caminás de esa forma, que no se conforma en el suelo, que rompe también mis sueños, les quita las ataduras y no precisa la trascendencia para contarme que sos real. Trascendés y transgredís este idioma, no parás de enternecerlo; y cuando no te alcanza te ponés de bufanda alguno de mis relatos que dejé a término medio, y le das la tibieza de tu cuello, sin pedir nada a cambio, la paseás como trofeo que se ruboriza en cada esquina donde Buenos Aires, se regodea siempre con vos. Porque sabe en algún punto, que inobjetablemente sos suya y que nunca podrías dejar de serlo; lo que no sabe Buenos Aires, Sofía, es que dejar de serlo jamás, sería una opción.
Y yo me esfuerzo en contarle, cómo fue que esta mañana, tenía pensado morirme, aunque no pretendía, que fuese por vos. Que seguro fuiste a pasear por el centro buscándole el alma a un tachero, o estarías testeando tus teorías curiosas, por no decir absurdas e infundadas, como que cuanto más gordo es el florista, más perfumadas sus flores son.
Hoy era un domingo melancólico lleno de heridas sangrantes que ni imaginaba tratar, y casi me creo que sos un demonio, por cómo jugás con mi sangre. Por cómo te manejás en las noches. Pero cuando te roza la cara el sol sé que podés convencer al día de que sos más que él.
Me molesta que tus uñas acaricien mi mundo de esa forma que le roba melancolía, porque éste precisa desmoronarse, y vos sos tan imprudente que lo apuntalás con tu pelo y yo no sé qué hacer.
Hoy amanecí con ganas de morirme; pero no tenía en mente que fuese de amor.
Por qué me hacés esa pregunta de si quiero darle o no curso a la muerte? Y cuando me mirás así, el tiempo algo se detiene...Pero eso es relativo del observador porque el otro agente sigue bailando como si nada, tirando todo a su paso, al tiempo que intenta aferrarse al espacio, que luego cae con él. Y ni hablar de los boludos que se te quedan mirando, que intentan aferrarse a tu imágen y se incrustan la jeta en un cachetazo, o a veces en un cartel.
Vos venís con el galope violento con el que nos sirve el disfrute la vida, con el que nos reclama sus mejores pedazos también. Y cuánto más rápido y más violento algo recorre sus avenidas más se levanta el polvo de las memorias que intentarán copiarte lo más prolijo posible para que solo una leve sonrisa se dibuje en el aire; el día en que ya no estés.
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