Ayer salió Antiparras, el nuevo sencillo de Vico Villamil, un músico porteño de 22 años que ya tiene en su historial un muy buen disco que publicó el año pasado. Sin embargo, de esta nueva canción se puede inducir que Vico está en la búsqueda de un nuevo rumbo musical y que no tiene pensado plantarse en la comodidad de una fórmula que hace poco le dio resultados. Aparecen nuevos matices en lo estrictamente musical, en la impronta de su voz y en las letras.
La letra de esta canción tiene una estructura de metarrelato: el "narrador" se encuentra en un estado de introspección y empieza a rememorar una época que ya le quedó lejana a partir de una imagen concreta: la de cuando, junto a otro infante, nadaba con antiparras. A partir de ahí entramos —nos zambullimos de palito o de cabeza, es pertinente decir— en el relato de segundo orden, la narración en tiempo presente que hace el niño traído a la memoria: "Somos dos peces o caracoles / que disfrutan de estar acá". Pero otro verso más adelante dice "El tiempo ya pasó, mamá", por lo que también sigue presente la voz de ese chico ya crecido, al punto de que te lo podes imaginar cantando junto al pibito-pez-caracol en alguno de los antros donde a Vico más le gusta presentarse a tocar.
Antiparras es un elogio de la infancia o más específicamente de la que vivió Vico. En ese sentido, el video en clave documental que acompaña la canción en Youtube es esencial, inherente de su espíritu. El mismo consiste en un muy bien pensado montaje de distintas filmaciones familiares hechas (supongo) alternadamente por su mamá y su papá con alguna cámara analógica o digital, filmaciones como las que cualquier persona criada en una casa de clase media o media-alta de la década del 2000 y principios de la siguiente puede tener de su propia familia. En estos archivos vemos a Vico, a sus hermanos y ocasionalmente también a sus padres —los documentalistas—.
Sé que la palabra "nostalgia" está un tanto gastada por el uso, pero es la primera que se me vino al escuchar la canción en su formato audiovisual. Una de las definiciones que da de esta palabra el diccionario web de la Real Academia Española es: "Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida". En este caso la dicha perdida que nos apena es claramente la infancia: la nuestra, personal de cada uno y evocada automáticamente por analogía, pero también la del autor, porque suponemos que debe sentir lo mismo y porque vemos las filmaciones y queremos estar ahí, que nuestros papás nos lleven a las cataratas del Iguazú en las vacaciones de invierno del colegio, jugar al fútbol con una pelota que nos queda enorme, jugar a disfrazarnos con nuestros primeros amigos. Sentimos nostalgia por lo que vivió el otro, como cuando llegamos a un aeropuerto y nos apenan los desconocidos que están volviendo de sus vacaciones.
Un verso que se repite a lo largo del tema es "Solo yo sé dónde queda". Si a la primera escucha no se percibe su relación con el resto de la letra, se intuye después que habla de la propia infancia como eso que es de uno y a lo que solo uno mismo puede acceder íntimamente, aunque sea para asomarse y contemplar, porque sabemos que físicamente el retorno es imposible: habla de un paraíso perdido.
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