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Era

Aug 25, 2024

132
Nuevo concurso literario en quaderno

Roto todas las defensas.

Cortando cada uno de los hilos que atan al planeta.

Un escudo humano,

al ostracismo de su propia existencia condenado.

Con guantes de seda,

como un objeto radioactivo.

Un tirón empuja hacia abajo

y todo se vuelve borroso y vacío,

como una seda que se desliza

y tira uno a uno todos los objetos de la mesa.

Sed. Se puede seguir.

Y otro.

Y así.

Hambre, algún reemplazo a elegir.

Ya no hay lugar.

Ya no está.

Un cuerpo harto de faltas,

por confiar en la confianza.

La cabeza pega y rebota

contra el piso oscuro de tierra.

Ya no hay nada,

salvo el sonido de los sesos.

Aroma a nafta de una estación invernal.

La vida jugada,

mientras las flores eran reemplazadas.

Las montañas gritaban de pesadumbre,

y se podía oler la pólvora,

mirando las estrellas

transformadas en enanas blancas.

Se van y no vuelven.

No saben.

El olor a rosas se transforma,

lavandina en una pava hirviendo.

Dolor, jaula de vida.

Mirando por un vidrio doble,

que se volvió espejo,

tratando de resolver el propio reflejo.

Y un martillo atravesó el recuerdo

cuando nadie podía verlo.

"Simplemente así pasó.

El trabajo la afectó.

Debe ser eso.

Nunca fue tratada con amor.

Debe ser eso.

Se había olvidado lo que significaba la seducción.

Se volvió loca sola y se murió.

Por tonta.

No era ni un título universitario completo".

Un gasto de oxígeno

que intenta con todas las fuerzas

morir en el intento.

Temblar se volvió respirar.

Miradas que gritan

deje de ser basura,

molestia que no debería estar.

No se pueden equivocar.

Convertida en una sobra,

una sombra de la propia historia

que rumia sin entender el paso.

Tratando de vivir en el mundo

que recuerda la buena conciencia

destrozada hasta morir

y ser partes de un todo

que deteriora el aire.

Un demonio que produce gritos,

despertar para que la sangre pregunte:

¿Qué pasó?

Con la presión en las nubes en sueños.

Nadie quiere estar cerca.

Un escudo humano ensangrentado.

La dignidad suficiente

para aceptar no tener una vida digna.

El fantasma de la familia que nunca será.

El hogar muerto.

El todofuso de la destrucción.

El infierno sostenido desde el centro de las manos,

agrietadas por las venas rotas.

Los colores de la revolución que no es mía

son la parálisis completa.

Igual que el bosque,

nuestro bosque.

Cualquier injusticia,

el estado que se volvió natural,

una aberración emocional

sin rastros de conciencia.

Esforzate y ardé, por favor.

No falles.

Sobra al mundo.

Falla rota.

El sonido del río ya no narra las mañanas.

Era

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