Ya no sé si me duele vos
o la idea de no poder dejar
de dolerte.
Hay días en que respiro
como si fueras aire,
y otros
en los que me asfixio de
tanto buscarte en mí.
Empecé a confundirte con
todo:
con el temblor en las manos,
con el insomnio largo,
con esa forma torpe en que
se me caen las cosas
como si el mundo también se soltara.
Te volviste síntoma.
Un lenguaje paralelo
que el cuerpo habla sin
permiso.
Te aparecés en los reflejos.
En las pausas.
En la forma en que me
callo cuando nombran algo
que no sos
pero se te parece.
Ya no pienso.
Obedezco.
A tu ausencia, a tu sombra,
a eso que dejaste en mí sin
saberlo.
Estoy perdida.
Pero hay algo dulce en esta
pérdida.
Como si la locura fuera, al menos,
un lugar donde todavía estás.
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