Sinsentidos

Cada día elijo abrir la puerta, sentarme postrado de cara al sol, bromear peligrosamente, lavarme la cara y enlodar mi cuerpo, amarte en silencio como un duende en añejo en un día feliz que se va arrimando, negar con la mirada queriendo decir que sí, flirtear con el deseo, morirme de risa y también de pena, caerme de sueño, volar junto a las mentiras que se escapan de mi, vagar como un zombi sin alimentos e intentando nutrirme del alma de algún poeta maldito, alzar la mirada y respirar a plenitud pensando: soy feliz!!

Quiero destrozar murales que no informan de nada, tragar el viento con ese impulso de inefable tempestad.

Cada día me refiero a mí mismo como el cínico que soy,

el que se cuela por la ventana para no tocar una puerta que quizás le nieguen abrir,

el insolente que desconoce las palabras perfectas porque no le teme a las palabras imperfectas,

el que se traga el cielo de un bocado y luego, quizás en otra vida, se ponga a dieta de nubes y de estrellas,

el que hace del estadllido la mejor canción, el que mancha las paredes de palabras breves y fecunda con su agravio cuaquier canción,

el que se niega a ilusionarse, a creer en la perfección de un cuerpo cada día y cada día posterior,

seré ese que llegará con la suerte y vive convencido de que la buenaventura debería ser un aplauso en toda regla, el regalo más hermoso,

el que señala que la vida sigue estando allí afuera y, a veces, pasamos de ella y de todo lo demás con tanta sorna, con tanta estupidez.

Cada día mis zapatos no sabrán de mí, no alcazaran a sospechar mis huellas ni sabrán bailar la danza de los iniciados en el templo del dolor

Aún así, cada día y cada día posterior

Estaré dispuesto a saturarme los pulmones de vida y de ti.