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    Sin voces.

    Dolbach

    Sep 3, 2024

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    Echar raíces.

    Ayer o era otro día, me crucé con un árbol que aparentaba mi edad.

    Me quedé a su lado un rato.

    Una encina o algo de eso, no me dijo su filiación ( yo creo que ignoraba ese dato, entre otras cosas porque ese bautismo es cosa de humanos). Su tronco, del grosor de uno de mis muslos, el más lustroso de los dos, era rugoso y con musgos, en lo que deduje era su parte al norte. Alzaba del suelo, diría yo, cinco o seis metros.

    Lanceoladas las hojas, que supuse perennes o poco les faltaba, con alguna punta pinchante, quizás para evitar ser plato del día de algún vegano, y verdosas y amarronadas, como son las hojas de esta gente en los finales de invierno. Al menos así eran las de este.

    El caso es que allí estábamos los dos, observándonos y luego, yo a su pie, y él desde sus alturas, mirando el horizonte.

    Le dije que él nunca podría llegar allí.

    -Todos los horizontes tienen horizontes.

    Eso me dijo el áspero.

    ...

    Evangelio según San Jergónimo de Abundio.

    Túnel nuestro de cada día.

    Confiamos en esa luz al final de la oscuridad. Metáfora que habla de la esperanza.

    La Humanidad se adentró en las tinieblas con el primer cuarterón de siembra. Con la primera noción de "mi tierra".

    Poseer esclavizó a las sociedades, esclavizó a las personas.

    Si alguien roturaba un terreno no podía permitir que otro alguien se beneficiara de su trabajo.

    Compartir empezó a dejar de ser un asunto de solidaridad, de bienestar común, y se trasmutó en acto de extraordinaria bondad altruista.

    Los demás ya no eran uno mismo.

    Así, lo común perdió frente a lo individual.

    Este hecho nos hizo más débiles, más quebradizos, más temerosos, más egoístas, más tramposos, más necios, más ruines, más malvados, más como hoy somos.

    De ahí el santoral.

    Lo milagroso es ser bueno.

    La Humanidad se adentró en un túnel de individualismo y desprecio. Se admira al rico, se le envidia, se le tiene consideración y respeto. Mientras tanto, se pisotea al pobre, se le aparta, se le cierra la puerta, se le ignora.

    Lo que se ha decidido en esta falta de luz, en esa ceguera, es que los que más tienen merecen tener más y los que menos tienen merecen no tener nada.

    Como si los demás no fuéramos nosotros.

    Yo espero que esa luz al final de ese túnel sea el brillo de una gran explosión que acabe, de una vez por todas, con esta lacra que somos.

    En el nombre de todas las madres, de todos los padres y de todos los malditos espíritus inventados.

    Amén.

    .

    Parábola del buen querer.

    Ahora los que somos.

    Si me quieres dímelo,

    que yo lo digo sin miedo,

    igual que digo, sin voces,

    cuales son mis desprecios.

    Y me gano desapegos.

    Pero no quiero tu saludo,

    tu sonrisa,

    si llevan falsedad dentro.

    Hipocresía que llena el mundo

    y lo convierte en infierno,

    pudiendo ser paraíso

    si solo hubiera lo bueno.

    Si me quieres,

    me lo dices,

    ¿por qué ha de haber malo en ello?

    Aunque sé

    por propia experiencia

    que hay quien busca el daño en eso:

    "Me dijiste de quererme

    ¿qué querías?,

    seguro que nada bueno".

    Lo confieso,

    me ha pasado.

    Pero no hay en mí,

    por esto,

    ni una pizca de lamento.

    Allá el tiempo y sus destierros.

    Allá quedaron aprecios,

    que en desprecios se vistieron.

    La vida, siendo una

    es muchas,

    y en tantas, malas hacemos.

    Acercamos ya los finales,

    vemos el culo del cesto;

    si al fondo se ve un cariño,

    aunque sea uno solo bueno,

    mejor que no ver el mimbre,

    cubierto con malos cientos.

    Podéis ir en paz.

    Dolbach

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