Capaz algún día pueda abandonar ese consuelo en mis viejos azulejos e irme lejos de aquellos. Quizá las marcas de las lágrimas en mi cara siempre estarán, siendo las mayores víctimas de mis dramas. Quizá algún día voy a dejar de confiar en fantasmas para caer en sus trampas y ser lastimada por sus ramas. De todas maneras, el corrector de ojeras no siempre va a servir para tapar mis pesadillas ni las dudas de las que intento distraerme mientras el sol me alumbra directamente, porque cuando la luna aparece no me deja tranquila hasta que amanece, me obliga a hablar de mis agobios y de todo el amor que se desvanece en el mundo. A diferencia de cualquiera, la noche es la única que escucha mis problemas pero jamás me aconseja porque según su criterio, yo ya no tengo remedio.
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