no sé qué deshago cuando escribo.
quizás algo que nunca existió.
quizás mi voz.
hay noches en que todo respira menos yo.
la lámpara parpadea como si quisiera decirme algo.
pero no entiendo el idioma de la luz.
guardo mis pensamientos en cajones que no abren.
hay una flor seca en cada uno.
una prueba de que quise vivir.
no me busquen en los espejos.
me fui de ellos cuando dejaron de mentirme.
a veces el aire se queda quieto,
como si también esperara.
¿a quién?
no sé.
nadie llega.
el cuerpo —
ese animal triste que arrastro.
ese temblor que finge ser mío.
pienso en la niña que fui:
jugaba a desaparecer.
aprendió demasiado pronto.
dentro de mí,
una voz insiste:
“escribe o muere”.
y escribo,
pero igual muero un poco.
el amor,
esa herida con perfume.
esa mentira que se disfraza de salvación.
yo solo quería que alguien me tocara
como se toca un secreto.
pero nadie sabe hacerlo.
nadie sabe quedarse.
mi casa arde en silencio.
yo miro el fuego sin moverme.
la ceniza cae sobre mi sombra.
me parece hermosa.
hay algo roto en mí
que canta bajito.
y en ese canto —
mínimo, débil, inútil—
me reconozco.
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