Mil preguntas giran en mi cabeza, pero hay una que no se cansa de volver: ¿mi intensidad es demasiado?
Habito en mundo de ambigüedades y, a veces, me lo cuestiono. Intento no endurecerme para comprender. Intento no apagarme para encajar.
Las personas tienen tanto para decir, porque las palabra se conjugan con facilidad. Pero decir no es hacer. Y hacer exige coherencia, coraje y renuncia. Renuncia a la comodidad de no involucrarse.
El conflicto de las personas intensas no es senti en exceso, sino esperar coherencia donde todavía gobierna el miedo.
Mientras algunos viven sumergidos en la rutina, otros encontramos hogar en la intensidad porque sentimos en profundidad y es la única forma que conocemos de estar.
La intensidad y la sinceridad se buscan, se reconocen. Porque ambas piden valentía.
Mirar sin filtros, decir y sostener, sentir y quedarse.
Muchos dicen para aliviarse. Pocos se quedan para sostener.
Y quizás mi intensidad no sea exceso, sino claridad. Tal vez no sea demasiado, tal vez solo sea verdadera.
-SA.
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