Silvio habla de vos.

"Me lastimaron antes", decís, un poco triste.

"Quiero estar a tu lado", te digo.

Veo que vas cerrando los ojos y te dejás llevar por la fatiga y el ensueño. Yo recuerdo las primeras veces que nos vimos.

Vos diciéndome que fumás tabaco armado y yo tratando de dejar el pucho y fumando dos cajas de 10 por día. Porque comprando una de 10 sentía que fumaba menos que comprando una de 20.

Pienso: "sos poesía, no hay otra forma de entenderte".

Los parlantes de mi pieza suenan a Silvio Rodríguez, porque uno siempre trata de estar cómodo.

Veo tu cuerpo desnudo al lado del mío. Veo tus tatuajes, te veo a vos haciéndotelos sin sufrir ningún dolor, o aguantándotelo. "Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones". Ojalá que no, Silvio, ojalá que no.

Prendo un cigarro, lo apuro, fumo sin que el humo te toque. Pienso: "¿hasta dónde llegaremos?". Te susurro al oído. Contestás quejándote, te das vuelta. Sigo mirando tus tatuajes; para mí ninguno te ha dolido.

"Conocer el delirio y el polvo", dice Silvio. Yo recuerdo esa noche que nos conocimos, que pusiste este tema y dormimos tan plácidamente. Fumo.

Pienso: sos poetisa y musa, te creo. Fumo. Pienso de vuelta en el primer día que nos conocimos, porque yo te conozco de antes.

"Cómo gasto papeles en recordarte", dice Silvio. Apuro el cigarro, te pienso. Estás a mi lado y tan lejos. ¿Qué te trajo de vuelta? ¿Y por qué yo te dejé entrar?

Me queda la mitad del cigarro y te empezás a mover. Bajo con el control la música y apuro el cigarro, pensándote mientras te tengo al lado. Sueño, me duermo, sin antes apurar el cigarro.

Te pienso, recuerdo la frase de la canción anterior: "la cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes".

Termino el cigarro.

Te das vuelta, me abrazás, te doy un beso, te pienso, me duermo.

Lunfa