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    Silla vacía

    Ailin

    Jan 21, 2025

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    Silla vacía
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    Todo el tiempo, en la mayoría de lugares que visito —cafeterías primordialmente—, hay una silla vacía en un rincón, en una esquina olvidada de la vista o el bullicio de los demás; parecería que espera el momento en que pueda ser útil, y que luego, fracasa en el intento, resignándose a ser meramente un objeto huérfano, alejada de sus compañeras inertes pero usadas a comparación de ella. Nadie la mueve ni se pregunta qué carajos hace ahí, simplemente habita en ese espacio, extranjera de cualquier tipo de tacto. Le contemplo, entonces, con pesar, percibo la aflicción de su soledad, reconozco el material frío que tiene un desgasto nulo. Paradójico, ¿no? Como un recordatorio constante de que habitamos solos en la existencia, de que entre más se resguarde uno más recientes parecen los componentes de los que estamos hechos. Pero, ¡bah! Esto no es precisamente algo bueno: uno debería poder ser experimentado en su totalidad, no debería cargar con la vergüenza de encontrarse a sí mismo siendo obsoleto para otros; uno debería adquirir líneas y rayones, grietas y desgarros que cuenten la historia de lo que se vivió en dado momento; uno debería poder desplomarse luego de años, para elevarse en un descanso. En todo caso, reflexioné con su lejanía marcada, y la dejé ahí donde quizás cree que pertenece, dejando en mí la letanía el resto de la mañana de esa maldita silla solitaria en medio de un café concurrido, como las cosas que solo van quedando en el olvido, con la invitación enorme a que me detenga un momento, vea a mi al rededor, y revise dentro de mí cómo me siento —ya sea literal o metafóricamente—.

    Ailin

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