En los pliegues de la noche se dibuja su silueta; su pelo, pequeños vaivenes negros.
Saboreo la malta y el humo, extasiado, sedado por el momento.
Suena de fondo una especie de folk moderno. Subís el volumen.
-Ey, volvé, pareces intemporal. Me decís mientras te moves al compás de la canción. El vaso en tu mano un poco de celos me da. Especias, limón y tónica.
Yo también quiero el roce de tus dedos de marmol, de tus labios.
Me río ¿Qué otra cosa podría hacer?
Tus ojos, jade iridiscente, me interrogan desde la distancia más cercana.
¿Por qué de repente todos estos nervios?
El lenguaje se rompe, se vuelve inefable.
Busco entre las estrellas para encontrar un idioma que se asemeje a ese otro que ahora pronuncias.
Las palabras se repiten en la inteligibilidad de mi ser, se traducen a la tinta que ahora tiñe el papel.
-¿Qué escribiste? A ver...
Cierro el cuaderno. Jade iridiscente, pequeños vaivenes negros.
Tus pupilas son las intemporales, te digo.
Ahora te reís, quebras los esquemas.
En los pliegues de mi mente navega tu silueta.
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