La distancia, un abismo de cristal opaco,
donde tus ojos, antes faros, ahora son guijarros.
Siento el filo de tu molestia,
un escalpelo frío en mis entrañas.
La ternura, savia vital de mis raíces,
se marchita, sedienta de tu rocío.
Si tus palabras no florecen en mis oídos,
me ahogo en la aridez de este vacío.
Tu silencio me mata, gota a gota,
un veneno lento que paraliza el alma.
Necesito la calidez de tu aliento,
el mapa de tu piel en la palma.
Tu presencia, faro en la niebla espesa,
el ancla firme en este mar de dudas.
Tu amor, el aire que mis pulmones imploran,
sin él, la vida se desdibuja, se esfuma.
Soy un espectro errante en esta casa muda,
buscando el eco de tu risa perdida.
Dame una señal, un destello, una migaja,
antes que este silencio me convierta en ceniza.

peregrino
Desde la herida, la palabra. Poesía como un hueso astillado, películas, fantasmas en celuloide, música, un nudo en la garganta. Existir es este temblor.
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