silencio

[ capítulo primero ]

no dijeron nada, se callaron como callan los santos de piedra,

mudos en los altares, contemplando la sangre correr.

se callaron como calla la virgen en las guerras,

cuando sus hijos revientan bajo el humo y el hierro.

ese silencio no era sagrado,

era la risa enterrada de un dios viejo,

un dios que ya no escucha, que mastica plegarias

y las escupe como ceniza sobre la tierra.

callaron como callan los ángeles caídos,

con la boca rota de tanto jurar fidelidad,

con las alas chamuscadas, resignados al polvo.

Callaron como calla el infierno antes del grito,

cuando el calor empieza a abrir la piel como una fruta podrida.

y comprendí:

no hay silencio más cruel que el de los cielos,

ese silencio que no responde,

que te deja orando frente a un vacío inmenso,

como si la fe fuera solo un eco

que nunca regresa.

[ capítulo segundo ]

no dijeron nada, se callaron como callan los ríos secos,

con la boca agrietada, con la garganta llena de piedras,

como si cada palabra hubiera huido antes de nacer.

el silencio pesó sobre ellos

como un manto hecho de polvo y abandono,

y yo supe, en ese instante,

que había verdades demasiado hondas para vestirse de voz.

callaron como calla la tierra después de la tormenta,

cuando la violencia del cielo deja charcos que no reflejan nada.

csllaron como callan los templos rotos,

aquellos donde aún flota el incienso invisible

y se escucha, apenas, el eco de un dios que ya no responde.

yo los miré, y en su mutismo encontré la confesión más cruel:

a veces el silencio no es cobardía,

sino una plegaria rota que ya no recuerda el nombre de nadie.