Y me rendí, así, de un día para otro, de una forma subliminalmente esperable, con ese primer beso. Condené a mi tiempo y sonrisa a tu voluntad, al éxtasis de mis emociones, a la viveza de tu mirada y todos aquellos proyectos, independientes, indelegables, los corté en pequeños trozos para compartirlos contigo. Fue en ese beso, el primero, de una infinidad de caricias, en los que perdí el control del rumbo ágil y constante de mi existencia, deje de escribir sobre la melancolía, y mire con apremio aquel futuro nunca imaginado. Y me rendí, así sin más, aquí a los pies de alguien que ni de niña ni de vieja esperaba, aquí con los brazos envueltos a tu cuerpo y muerta de ternura.
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