siempre fuí más tuya que de Dios,
vos, mi único credo,
y tu tacto que se anhela
delirante en madrugadas
si tus ojos, que emanan ternura
y desesperación
cuál santo observando a sus devotos
si tu voz, si mi fé de volver a oírla
decir “te quiero”, una vez más, una segunda
siempre fuí más tuya que de Dios,
solo él perdonaría las máquinas de mi mente
cuando te leo escribiendo versos a otra,
a otra que no soy yo
otra que es bella, y su piel tersa
he prendido velas rojas,
caminado descalza en el pasto mojado,
bailé un vals
sangré por vos, mi amado.
le pedí a la Santa Luna despertar a tu lado,
una última vez, una primera,
le ofrecí mis versos, mis hebras rojas,
le ofrecí mis manos,
que nunca se cansan de escribirte.
le ofrecí mis ojos, que solo adoran
a tus manos, tus manos que desesperan
por la calidez de un cuerpo que nunca será el mío.
amor mío, mi único credo sos vos,
y he edificado una iglesia en honor a ternura
predico tus versos
constantemente.
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