Siempre entiendo

Una tarde de sábado me dejaron plantada.

Preparé la mesa para el café, los pochoclos para la película y me puse perfume de vainilla. El día estaba hermoso para salir a dar una vuelta y turistear por cafeterías, museos, parques y otros lugares que ahora no se me ocurren. Así de lindo estaba el día. A mi cita no le gustaba eso y yo lo entendía. Me adapté a su comodidad porque, mientras estuviéramos cerca, no importaba el lugar ni las circunstancias.

Ese día estaba más cansada de lo normal, pero no me importaba. Limpié y ordené porque venía alguien especial a mi espacio. ¡Por fin alguien venía hacia mí! Estaba emocionada. La mayoría de las veces soy yo la que se mueve de un lado para otro. Quería que fuera especial, y por eso ignoré mi cansancio y dolores del cuerpo. Solo pensaba en que estaríamos tomando un cafecito y viendo una peli en la próxima hora.

Llegaron las 17 hs y no había señales. El día soleado se marchitó y las nubes negras se asomaron. No estaba pronosticado lluvia; más bien eran nubes de frío. Un frío inesperado en pleno diciembre, como el que estaba sintiendo mi corazón en ese momento.

Llegaron las 20 hs y nunca vino, solo recibí un mensaje.

"Che, estaba horrible y parecía que se iba a largar una tormenta tremenda. Dejémoslo para otro día, jaja."

Esa misma noche me di cuenta que todo el dolor y cansancio que sentía era por el resfrío. Afuera llovía, y los relámpagos peleaban entre sí. Me había equivocado al pensar que eran nubes de frío. Fui ingenua... con todo.

Aquella persona que esperé ilusionada toda la tarde, esa misma noche en la que el cielo se caía a pedazos, la vi en redes: había salido a bailar.

Ahí entendí todo.