Si tuviera que escoger entre desvanecer o tocar su piel sólo una vez,
mis partículas descansarían por siempre encima de su tez.
Si tuviera que escoger entre nunca volver a escuchar,
con la condición de sólo oirlo llamarme una vez más,
valdría el deleite de que aquello fuera el último sonido que guardara mi mente.
Si tuviera que escoger entre las horas del día que pasan con inercia,
o todo lo que él me brinda con paciencia,
el tiempo que parecía presentarse sin razón de ser,
cobraría un sentido, un motivo para ceder.
Si tuviera que cruzar miles de kilómetros y verlo menos de lo que realmente quiero,
satisfecha estaría sólo con su recuerdo en mis retinas,
esperando, extrañando,
casi muriendo en agonías.
Si tuviera que mantenerme en vela con la compañía de las pesadillas,
en su imagen la paz que necesito encontraría.
Si tuviera que escoger entre vivir del sueño,
o que de mis madrugadas fuera dueño,
soñaría con todas las cosas bellas,
pero también lo haría en su presencia.
Si tuviera que perderlo todo, para ganarlo todo a su lado,
valdría toda la pena,
porque con él no hay duda, hay certeza.
Si tuviera que esperar décadas,
sólo porque mi corazón encuentre el camino de vuelta,
aguantaría, tolerante,
que el reloj voltease.
Espectante estoy, a que todo pase,
a que esta profecía cumplida se lleve lo mejor de mi vida,
si no llegase a ser así,
oh, qué tristeza sentiría,
pues no hay vida que valga si su existencia desaparece de la mía.
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