Si fuera vampira

Ojalá ser un vampiro para poder marcarte como verdaderamente mío para toda la eternidad.

No me bastan tus promesas. No me alcanza con tus palabras sueltas en la madrugada ni con los besos que das sin pensar. Yo quiero más, quiero atarte a mí con fuerza sobrenatural, sellarte bajo mi lengua, bajo mis colmillos, que tu cuerpo lleve para siempre el rastro de mi deseo.

Quiero que sangres por mí, y no por dolor, sino por pertenencia. Que cuando otra piel intente rozarte, sientas el ardor de mi mordida reclamándote. Ser el veneno y la cura. Ser la condena que aceptas con una sonrisa temblorosa.

Quisiera no envejecer para que mis dedos siempre puedan recorrer tu cuello con el mismo hambre. Quisiera que tus noches no pudieran ser tranquilas sin mis labios recorriéndote la clavícula, susurrándote en el oído que ya no hay escapatoria.

Si yo fuera un vampiro, tú serías mi maldición favorita. No la presa, sino el pacto. El cuerpo tibio que no quiero perder jamás. Te mantendría cerca aunque me odies, aunque me implores que te suelte.

Porque amar con cuerpo humano es injusto: el tiempo nos mata, la rutina nos devora. Pero si yo fuera otra cosa—monstruosa, eterna—no permitiría que te desdibujaras entre mis días.

Te haría mío. Verdaderamente. Para siempre.