En 2022 hice un taller de composición de canciones. Todas las semanas nos daban tareas para entregar, la que más recuerdo es la primera actividad de escritura:
Escribí sobre casas que recuerdes. Pueden ser varias en las que hayas vivido, de familiares o amistades, o alguna en la que hayas entrado una sola vez. ¿Qué te genera el recuerdo de esas casas?
Al principio me resultó desafiante, porque tenía muchas casas con recuerdos de las que podía hablar. Lo primero que pensé fue: “¿Sobre cuál de todas escribo?”. Me vi inmersa en un tobogán de agua —un poco ahogada y mareada—, atravesando todos los recuerdos que tenía de cada una, pero decidí escribir Las cuatro casas.
Hace unos días me encontré con este concurso, y también con el recuerdo de aquella actividad. “¿Será este el momento de participar? ¿Para qué? ¿Para contar qué historia?”, pensé. Creí que lo mejor era retomar el relato de las cuatro casas en las que viví y, tal vez, sumar la que habitamos ahora con mi familia. Pero también me pregunté: ¿por qué siempre es más fácil contar algo desde el pasado? ¿No hay una historia que se esté escribiendo ahora? ¿No hay un relato para manifestar un futuro?
Cuando finalmente me decidí, se lo conté a mi novia con mucho entusiasmo. Me preguntó: “Cuando vivamos juntas, ¿vas a agregar nuestra casa a tu relato?” Me generó una ternura inmensa y, por supuesto, le dije que sí. Además, me dio ideas para cerrar el relato. Se entusiasmó conmigo y me sentí acompañada.
Al día siguiente seguía pensando cómo continuar. Tenía varias ideas, pero ninguna me convencía del todo. Me preocupaba que, entre tantos relatos de casas que representaban violencia, abandono, accidentes, muerte y desesperanza, no pudiera decir que alguna vez me sentí en un hogar. No quería que todo fuera oscuridad, porque ya no es la realidad que quiero que me represente.
Decidí soltar esos pensamientos. Me había propuesto no hacer nada el fin de semana. Mi novia se iba al día siguiente a su ciudad, a más de 700 km de la mía, y no quería desperdiciar el tiempo que nos quedaba juntas con cuestiones que no iba a resolver. Pasamos el día encerradas en un piso 14 con vista a la costanera y a los aviones que aterrizaban en Aeroparque, deseando que el tiempo se congelara para que no se vaya.
Llegó la noche y mi cuerpo se llenó de ansiedad. No quería que pasaran las horas, no quería dormir y enfrentar el dominguicidio que llega sin avisar, y que de repente el sabor dulce del sábado se vuelva amargo como el wasabi.
En un momento nos abrazamos por un largo rato. Sentí cómo se me cerraba la garganta y cosquilleaba la nariz. Se me llenaron los ojos de lágrimas y tragué saliva para bajar la angustia al estómago, que después tapé con varios vasos de fernet. No quería armar los bolsos, ni cerrar la puerta, ni dejar que se deshiciera eso que por un instante pareció un hogar.
Durante años me sentí ajena al mundo. Desconectada. Sin deseo de imaginar un futuro. Sin embargo, desde que estamos juntas, la idea catastrófica de no tener ánimos para crear un futuro se fue diluyendo.
“When you realize you want to spend the rest of your life with somebody, you want the rest of your life to start as soon as possible”. Harry, When Harry Met Sally (1989)
Entonces, ¿cómo podría escribir sobre un pasado oscuro?
Si tengo sus ojos que me sostienen.
Y sus abrazos son cálidos como una cama con muchas mantas en invierno.
Dormir con ella es tener una sonrisa asegurada en la noche y en la mañana, como cuando después de un día largo llegás a tu cama para descansar, y no hay nada mejor que te pueda pasar.
Huele a sol, y su piel fría calma el fuego de la mía.
Cuando estamos juntas, mi ansiedad baja la guardia, y sin saberlo, ella le da sentido a lo que yo no lograba entender del vivir.
Entonces, cuando me preguntó si iba a escribir sobre nuestra casa, supe que ya lo estaba escribiendo. Que no necesito mirar hacia atrás para encontrar algo que valga la pena contar.
Hoy no celebro volver a escribir o participar en un concurso. Celebro porque estoy segura de que sí existe un hogar para mí.
Estoy segura de que es este.
Y me alegra haber tenido la llave para entrar.
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francina
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