Poesía entre mis venas;
en el lienzo, un puñal.
Bajo el techo dónde habito
queda algo de suciedad: en las paredes, en el suelo,
en mi pecho al respirar...
Sé que debo escribir lo que
implora mi sentir, pues,
si no escribo, me muero;
Muerte terca, odiosa pionera,
llevas en tu aureola mi nombre
y el de aquellos que se achantan
al ver al miedo a los ojos.
Seguirá la tinta corriendo
hasta que mi cuerpo se apague
en el lodo de mi mente.
¡Mirad al bufón que ríe, agridulce,
en un trono sin dueño!
No hay nombre para ello.
No hay nombre para esto.
Sólo soy un niño asustado;
y miedo es lo que tengo.
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