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Un Dios para el adorno.
Vivir la fe como se vive por este occidente, es como aplaudir a la Guardia Civil en un desfile: una mentira. Nadie queremos encontrarnos a los uniformados en un control rutinario. Aunque lo llevemos todo en regla. Siempre tememos y dudamos.
La fe es un adorno, una costumbre, un cumplimiento obligatorio ante el vecindario. Es un cántaro vacío de contenido. Es un por si acaso.
Y el caso es que Cristo está bien, real o imaginario. Jesús de Nazaret, según lo pintan, fue un tipo honesto, humilde, solidario, revolucionario. Fue una especie de comunista, de podemita, de perroflauta que hoy sería denostado, despreciado por todas las personas que acuden al recado de las campanas. Lo malo de esta cristiandad, es evidente, son quienes viven a costa del crucificado; lo malo son quienes se dicen cristianos. Nada tienen que ver con aquel hombre.
Miren si no todo acto eclesiástico. Miren a su vecino con el vestugo en la mano el próximo domingo de ramos. Cumplimiento pascual, pero no hay amor entre hermanos. Miren la pobreza inexistente en los templos. La no humildad de los prelados.
Cristo es solo escayola.
Si por el Jesús fuera, todos los que van, todos, saldrían de las iglesias a escobazos.
Les viene muy bien que su Dios esté tan callado.
Mateo 15. 7-8.
"Hipócritas; bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este Pueblo de labios me honra, pero su corazón está bien lejos de mí".
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