Ser lenguaje

Escribir de madrugada es en realidad dormir. Mirar el techo es en realidad hablar y cerrar los ojos es oírme respirar, casi en síncopa. Entenderme de madrugada es quererme como quiero a las flores de la calle y al café de la esquina los viernes. Escoger palabras que traduzcan lo que no siento es tomar vino y saborearlo en los labios primero. No sabe ni el foco más claro de la luna cuánto duele trazarme boca arriba en las hojas y calcular el dolor de mis alientos, las ganas del penúltimo latido, el esfuerzo de las últimas sonrisas y el cansancio de los ojos que me quedan. Escoger palabras se vuelve fácil cuando es mentira, cuando prefiero llamarme rosa y no humana, cuando prefiero borrar el llanto entre la lluvia y no bajo un rayo de estrella apacible. Besar cada palabra se vuelve una cita que jamás acaba cuando me hago semilla diminuta y el lenguaje me trasciende sin escrúpulos. Escribir justo ahora resulta inastuto con tanto universo detrás de las cortinas silbando inmensidad. Carece de humor lo que pienso cuando arriba con recuerdos, y verme llorar sólo deriva en un cálculo más mientras navego otra hoja en blanco. Una lágrima más a la nada será no más que otra lágrima de obsequio al cielo, un mero poema de acordes que no concuerdan con la letra y se estrellan sobre el suelo. De madrugada, olvido al final cómo escribir mi lengua, y hoy he creído recordarlo, pero una vez más la lengua es quien me escribe. Soy un cuerpo de acentos errados y guiones desviados del espacio, un cúmulo de comas sin punto donde pudo acabar la oración (y me derramo tanto desde entonces). Soy la incoherencia de un relato que me inexplica; y soy la grafía del dolor. Tengo apóstrofos colgando del vientre y la lírica me danza sobre cada tilde efímera de más en la voz; no me quedan antítesis en el alma para cubrir tanta carencia y ni metáforas me nacen en la boca para fingir que ya no hablo, si enmudezco mientras bailo y no es canción lo que respiro ni silencio esto que canto; será un trozo intrínseco de tiempo. Tengo un paréntesis de risa escondido entre los labios y no sabré soltarlo (río con pena, con gracia ajena), pero cargo entre comillas lo que no me animo a recitar: "solo te quiero mientras sueño". Pero también de madrugada, cuando renazco en este mar.