Pequeñas maestras
May 11, 2025
Hubo una época en la que me sentía solo. Tendria unos 8 o 9 años, si mal no recuerdo.
No porque no hubiera gente alrededor, sino porque faltaba algo… no sabía bien qué, hasta que llegaron ellas.
Primero fue Lola. Yo ya era un poco más grande, pero igual me acuerdo de cómo cambió todo cuando la vi.
Con el tiempo entendí que venía con una vida difícil encima, con un papá que no supo estar a la altura.
El embarazo de mi mamá fue súper complicado, y yo con la poca edad que tenía trataba de acompañarla como podía.
Aun así, Lola siempre tuvo esa mezcla rara de fuerza y ternura.
A veces parece más grande de lo que es, como si hubiera tenido que crecer rápido, pero sin perder su sensibilidad.
Y después vino mi hermanita, la más chiquita, que ahora tiene 11.
Mora.
Ella… no sé, es otra cosa, tiene una manera de mirar que te desarma.
Es como si en su forma de existir me dijera, sin decirlo, que todavía hay cosas buenas en el mundo.
A veces la escucho hablar o reír y me agarra una emoción que no sé ni cómo explicar, es tan chiquita pero siento que me enseña un montón.
Desde que están ellas, no volví a sentirme solo.
Es como si me hubieran dado un lugar que antes no sabía que necesitaba.
Un lugar donde puedo ser protector, hermano, compañero.
Y sí, no fue fácil.
Tuvieron que crecer con un padre que no supo cuidar como merecían.
Pero mamá… mamá hizo magia.
La remó como pudo, la piloteó con amor, con esfuerzo, con todo lo que tenía.
Y acá estamos y no importa lo difícil que haya sido todo (a veces sigue siéndolo), ellas hicieron que mi vida se sienta más llena, más linda, más mía.
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